Hay tránfugas políticos, tránsfugas militares, tránsfugas que necesitan escapar de sus presidios externos o íntimos y tránsfugas literarios… Las búsquedas del escritor y crítico literario Héctor Bianciotti le alojaron, asombrosamente, en una quinta categoría: la de tránsfuga linguístico.
Escapar de una lengua materna no es tan fácil. La lengua con la que aprendemos a hablar y a soñar, con la que comenzamos a amar, forma parte de nuestro viaje; está presente en todos nuestros pensamientos, emociones y actos. Siempre, salvo excepciones.
Bianciotti, nacido en Argentina e hijo de emigrantes italianos, creció hablando español y leyendo a autores de nacionalidades distintas; pero, sobre todo, amando las palabras del francés Paul Valéry. Proust y Valéry, entre otros, hicieron que soñara muy pronto con el francés, que identificara como sinónimos el idioma francés y la cultura.
Y entonces llegó 1955, y Héctor Bianciotti tuvo que abandonar Argentina, y comenzaron a desencadenarse los acontecimientos que acabarían convirtiéndolo en el primer argentino que formó parte de la Academia Francesa, o en uno de los escritores más europeos de la literatura hispanoamericana, o en el tránsfuga linguístico más querido de nuestro taller de escritura. El laberinto de nuestras vidas es siempre asombroso e inescrutable, así que tampoco debiera sorprendernos que Héctor Bianciotti acabara emprendiendo esta curiosa huida de la lengua que le había visto nacer por culpa del azar, o del destino, o de un idilio literario…
Desde el principio de su dura travesía nómada a mediados de los años cincuenta, de su tránsito por Italia y España, el romance literario que había mantenido años atrás con las palabras de Paul Valéry continuó acompañando a Bianciotti, procurando brillo y calor a las sórdidas cotidianidades por las que atravesaba. Así que cuando sus pasos esforzados acabaron llevándolo en 1961 finalmente a Francia, el escritor que había empezado a escribir en español abandonó definitivamente su lengua para adoptar la de su país de residencia y la de algunos de sus escritores más amados.
Bianciotti declaró que se encontraba más a gusto con su lengua de adopción y, mientras Julio Cortázar y otros argentinos que se habían establecido en Francia escribían en español, él se centró en escudriñar y domeñar el idioma francés que siempre le había fascinado. Y lo consiguió, hasta el punto de ser miembro de la Academia Francesa. Y no dejo de escribir nunca en esa lengua. Sobre todo, no dejó de escribir. No huyó de la escritura mientras pudo, porque como él mismo dejó dicho: «El lenguaje puede ser una especie de bálsamo sobre la herida» y, en el fondo, «toda frase que expresa bien un dolor, atenúa el dolor de aquel que la lee y se identifica con él».
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Tránsfugas lingüísticos: El IDILIO LITERARIO DE HÉCTOR BIANCIOTTI. Taller de escritura G.22
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