Una piedra, esta noche he puesto sobre mi mano una piedra. Es una piedra diminuta y casi transparente, de esas que no hubiesen servido para lapidar a Sakineh, porque no tiene la morfología “adecuada”. Después de todo la lapidación tiene su técnica, es un método de ejecución muy antiguo… y muy perfeccionado…
Pienso en Sakineh y en las piedras que, según el código penal iraní, son «apropiadas”. Imagino algunas que no sean tan grandes como para matar a una persona de uno o dos golpes ni tan pequeñas como para no poder considerarlas piedras. Y me viene a la cabeza la hipótesis de la “Causación Formativa” de Rupert Sheldrake, uno de los biólogos más controvertidos de nuestra época.
Sheldrake investigaba cómo se forman los organismos, se preguntaba por qué de tantas combinaciones posibles siempre recurrían a una en común. Este científico, cuestionado por otros más ortodoxos, acabó afirmando que la repetición de un evento hace que se forme un Campo Mórfico, una estructura inmaterial en cada tipo de cristal, en cada tipo de organismo, en cada tipo de instinto o patrón de comportamiento, que es determinante para que se repita en el futuro.
Observo la diminuta piedra que todavía continúa sobre la palma de mi mano. La lapidación es una de las formas de ejecución más antiguas: se decretaba ya entre los judíos, hay referencias a ella en la Biblia, fue instituida entre los musulmanes sólo décadas después de la muerte de Mahoma… Lógicamente estar frente a la piedra, escudriñándola, no me permite percibir ningún rastro visible de esa memoria inherente a la naturaleza que ha influido en su formación. Pero no me importa: las piedras son piedras, y no armas de ejecución. Esa desviación nunca ha provenido de ellas, sino del comportamiento humano.
Hoy la lapidación continúa vigente en África, Asia y Oriente Medio. Los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Pakistán, Irak e Irán la incluyen en su código penal. A algunas zonas de África parece haber llegado como en una suerte de terrible contagio, porque no se había usado hasta tiempos recientes. Inquietantes Campos Mórficos: todavía hay quienes, sujetos a un incomprensible patrón de comportamiento, lanzan piedras contra el cuerpo de otros seres humanos con el objetivo de ejecutarlos.
Recientemente una campaña internacional ha movilizado a miles de personas contra la ejecución de la sentencia que condenaba a Sakineh Mohamadi Ashtianí a morir lapidada en Irán por adulterio. La presión internacional logró evitar su lapidación; pero Ashtianí, de 43 años y madre de dos hijos, será finalmente ejecutada en la horca. La noticia ha caído sobre los que habían luchado por su salvación como un mazazo.
Yo creo, como Sheldrake, que cuando un suceso es repetido un gran número de veces se forma en la naturaleza un patrón que posteriormente tenderá a repetirse o a modificar eventos futuros.Sajad Asthianí, hijo de Sakineh Asthianí, en una entrevista concedida al filósofo francés Bernard-Henry Lévy, impulsor de la movilización mundial para salvarla, también parece creer en la fuerza de la repetición: “Se lo ruego, no cedan, no se rindan. Les repito que son ustedes los que nos están tendiendo la mano. Si no estuvieran ahí, mi madre ya estaría muerta”.
Sajad quiere salvar a su madre, y organizaciones como Amnistía Internacional han vuelto a lanzar ciberacciones para que no sea ejecutada por ninguno de los dos medios. Creamos en la fuerza de la repetición, unámonos a causas como la de Sakineh. Sheldrake ya ensanchó nuestra mirada sobre la Biología. Personalmente no me importa el campo mórfico de una piedra o de una soga; pero sí, y mucho, la estructura invisible que se refuerza con cada comportamiento humano.
Aurora Luna
(Informa Valencia, octubre de 2010)
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