La originalidad es la marca de la personalidad resultante del esfuerzo creador, y se aprecia subjetivamente.
Colombet
Un buen escritor siempre acaba aportando su marca personal, que es fruto de la unicidad de su mirada y de sus apasionados esfuerzos. Y todo creador ha de aspirar a no ser una copia sino un original, aunque la imitación le pueda ser útil en algunos tramos de su experiencia como herramienta de aprendizaje, ya que tomar elementos de obras artísticas que se admiran y combinarlos de distinta manera hasta conseguir la impresión de que se ha creado una obra independiente es el fundamento de una de las técnicas más utilizadas en diversas ramas del arte: el «pastiche«.
Grandes fotógrafos, pintores, poetas y narradores han utilizado en algún momento la técnica del «pastiche» para inspirarse o interiorizar los secretos de cocina de sus autores de referencia, pero han sentido a tiempo la llamarada del creativo que llevaban dentro y han sido siempre conscientes de que uno de los mayores errores que puede cometer un ser humano es intentar ser otro: estar motivados por alcanzar la versión mejorada de uno mismo es estupendo y nos hace crecer en la vida; pero no ser capaces de reconocer, nutrir y valorar nuestra propia esencia, o tratar de llenar ese vacío imitando a los otros, es dañino.
Somos la prueba o el reflejo de un potencial creativo inmenso. Consultad si queréis la obra de Amram Scheinfeld, Usted y la herencia, e imaginad las amplias posibilidades de que en cada cromosoma haya miles de genes, o disfrutad con el vértigo de que, aunque tuviéramos 300 billones de hermanos, ninguno de ellos sería igual a nosotros.
Todos somos afortunadamente distintos: tenemos una personalidad única, una mirada única, y esa unicidad es tremendamente atractiva y bienvenida a nuestros talleres de creación literaria. Por eso la antología que cierra siempre el programa anual de liberación de talentos de «Libro, vuela libre» y de sus cadenas de lectura y escritura desde Valencia lleva como título Cada mirada es única.
A la vida le gusta hacer cabriolas irónicas y, en alguna ocasión, todo original puede verse tentado a ser una copia, pero si amas la escritura creativa o cualquier otra forma de expresión artística has de aspirar a ser un original aunque empieces imitando. Un imitador nunca llegará demasiado lejos, ya que el original tiene siempre más valor, está más adaptado a sus objetivos y, por lo general, los alcanzará con más brillantez que la copia. En el arte como en la vida puedes comenzar imitando, pero tienes que acabar siendo tú mismo. Sé tu mismo, como decía Oscar Wilde: «Sé tú mismo, los demás puestos ya está ocupados».