LA ESCRITURA RENOVADORA: PROUST Y EL TIEMPO INTERNO DE BERGSON

18 May

Retrato de Proust

«Sólo a través de la memoria, la visión y la experiencia estética la vida llega a ser realidad plena» (Marcel Proust)

LA ESCRITURA RENOVADORA: PROUST Y EL TIEMPO INTERNO DE BERGSON

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Los escritores que forman parte de «la literatura renovadora» durante los últimos años del siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX no tratan de reproducir el mundo como sus antecesores, sino de crearlo. Frente al enfoque social o general del Realismo eligen interesarse por lo más íntimo e individual, y también por corrientes vitalistas e irracionalistas en las que se integra por ejemplo el pensamiento de Bergson, filósofo francés que afirma, en contra de la consideración positivista, que los fenómenos psíquicos tienen un carácter cualitativo y no pueden ser medidos, y que cada intuición o cualidad no puede ordenarse de forma homogénea ya que es irrepetible.

El concepto de tiempo desde la perspectiva filosófica de Bergson es muy interesante. Para él existen dos temporalidades distintas: el tiempo que está mezclado con el espacio -o tiempo numerado, materializado, pendiente de la duración exterior del mundo de las cosas- y el tiempo puro o tiempo interno, el tiempo que acontece en la vida interior de cada uno, el tiempo psicológico en el que el paso del presente al futuro es irreversible, pues en cada momento presente de nuestra vida influye todo nuestro pasado y el «yo» que en él actúa es producto de su experiencia.

Bergson defiende hermosamente que en nuestro interior existe la verdadera duración, el proceso por el que se va fusionando una serie de hechos psicológicos, y que fuera de nosotros, en cambio, sólo hay espacio. Y este atractivo concepto de tiempo interno de Bergson es, según una buena parte de la crítica, el soporte filosófico de «En busca del tiempo perdido«, la gran obra de Proust.

Marcel Proust, dentro de toda esta corriente de escritura renovadora que tendió a la innovación literaria a finales del siglo XIX y principios del XX, creó en los siete volúmenes que componen «En busca del tiempo perdido» una obra irresumible, muy alejada de cualquier forma de narración clásica, en la que la voz narrativa en primera persona cuenta sus recuerdos tal y como le vienen a la cabeza, sin ninguna organización racional. Se podría decir que Proust, en su gran novela, es profundamente renovador y afín a la idea de tiempo interno de Bergson, pues en su «En busca del tiempo perdido» lo que somos se cifra a través del tiempo, y no nos volvemos peores ni más pobres a causa del tiempo pasado, sino que es el tiempo el que da contenido a nuestra vida, ya que no hay otra felicidad que la de revivir el pasado, la de reconquistarlo, y ya que los verdaderos paraísos son los paraísos perdidos:

   Dejo la taza y me vuelvo hacia mi alma. Ella es la que tiene que dar con la verdad. ¿Pero cómo? Grave incertidumbre ésta, cuando el alma se siente superada por sí misma, cuando ella, la que busca, es juntamente el país oscuro por donde ha de buscar sin que le sirva para nada su bagaje. ¿Buscar? No sólo buscar, crear. Se encuentra ante una cosa que todavía no existe y a la que ella sola puede dar realidad y entrarla en el campo de su visión.
Y otra vez me pregunto: ¿Cuál puede ser ese desconocido estado que no trae consigo ninguna prueba lógica, sino la evidencia de su felicidad, y de su realidad junto a la que se desvanecen todas las restantes realidades? Intento hacerle aparecer de nuevo. Vuelvo con el pensamiento al instante en que tomé la primera cucharada de té. y me encuentro con el mismo estado, sin ninguna claridad nueva. Pido a mi alma un esfuerzo más, que me traiga otra vez la sensación fugitiva. Y para que nada la estorbe en ese arranque con que va a probar a captarla, aparto de mí todo obstáculo, toda idea extraña, y protejo mis oídos y mi atención contra los ruidos de la habitación vecina. Pero como siento que se me cansa el alma sin lograr nada, ahora la fuerzo, por el contrario, a esa distracción que antes le negaba, a pensar en otra cosa, a reponerse antes de la tentativa suprema.
Marcel Proust. En busca del camino perdido. Por el camino de Swann.
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