Las exploraciones temáticas de nuestro taller de escritura creativa en curso homenajean esta vez a uno de los narradores que mejor ha representado el humorismo europeo de entreguerras: el narrador húngaro Jeno Heltai, con su humor irónico y sutil que bordea en ocasiones el absurdo, protagonizará las consignas de la clave H-59 y nuestro próximo encuentro literario en Valencia.
Taller de escritura creativa en curso, HUMORISMO EUROPEO DE ENTREGUERRAS I. Fragmentos de la clave H-59
Taller de escritura creativa en curso, clave H-59. Jeno Heltai, Academia Berlitz (fragmento 1, sobre amarillo)
“ Las cosas empezaron hace dos años. Un día, mi marido me anunció que iba a aprender inglés, y añadió:
—¡Es una vergüenza no hablar ninguna lengua extranjera! Y un grave error no haberla aprendido nunca. Por suerte, no es demasiado tarde. Dicen que el inglés es lengua bastante fácil. ¡Y voy a aprenderlo!
—No es la primera vez que dices eso, Kalman, pero nunca has tomado la cosa en serio. No tienes paciencia para ello. Kalman se puso a reír.
—Lo sé, y precisamente por ello me he inscrito en la Academia Berlitz. Allí no se juega, hay que estudiar. Tres veces por semana. Dentro de un año hablaré el inglés como el propio Churchill.
Al día siguiente, Kalman volvió a casa con un manual de inglés. Tres veces por semana, de seis a ocho, iba a estudiarlo a la Academia Berlitz. Como yo no sé nada de inglés, no podía calcular sus progresos. Pero mira por dónde, que cuatro meses más
tarde reclamaba el Times en el desayuno, y lo leía con deleite.»
Taller de escritura creativa en curso, clave H-59. Jeno Heltai, Academia Berlitz (fragmento 2, sobre naranja)
«¿Por qué negarlo? Estaba muy orgullosa de mi marido, pronto hablaría el inglés de manera impecable. Tú ya sabes, querida Ilonka, lo simple que soy. Cualquiera que sepa más que yo me domina, hasta mi marido… Llegué incluso a preguntarle en voz alta, para que todo el mundo me oyera:
—¿Ya leíste el Times esta mañana, querido?
Kalman estudiaba con mucho empeño. Por nada en el mundo hubiera faltado a una clase. Cuando volvía a casa, parecía tan fatigado que sentía lástima por él. En varias ocasiones le pregunté:
—¿De veras que no te van a fatigar tantos estudios?
—No te preocupes, amor —me contestaba él, riéndose—. Me gusta tanto estudiar inglés que no me canso.
Seguía sus esfuerzos, tranquilizada y feliz. Sus progresos eran sorprendentes. Un mes después de abrir el Times por primera vez, trajo una novela inglesa que pasó por delate de mis ojos, diciendo con aire de triunfo: —¡Vas a ver lo que voy a leer ahora!
—Te envidio —le dije con un suspiro—, cuando pienso que vas a poder leer tantos libros que yo nunca entenderé.
Mi pena era tan sincera, que mi marido se conmovió. Me dijo, con ternura teñida de superioridad:
—¡Ah, muchachita sin cultura, no te preocupes! Yo leeré el libro y después te lo contaré, ¿quieres?
Aplaudí. Yo también iba a recoger algún beneficio del inglés. ¡Cómo recuerdo aquellas tardes de invierno, después de la comida, en que escuchaba con fervor a Kalman improvisar para mí con paciencia admirable, la traducción de largos pasajes de una novela. Escenas de amor y de crimen, sobre todo. Yo sentía un placer que se elevaba por encima de mí, y le estaba infinitamente agradecida.”
LIBRO, VUELA LIBRE
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