La novela es una gran educadora, una gran maestra… Y cuando alguien la construye, cuando alguien la lee, se está nutriendo de una importante escuela de escritura y vida. ¿Por qué? ¿Qué nos enseñan la literatura y la novela? ¿Qué representan los modelos de Edipo, Hamlet, Don Quijote, Don Juan o Fausto? ¿Cómo contribuyen a nuestro aprendizaje del mundo?
Si vives en Valencia, visita nuestros talleres y cursos de escritura creativa adscritos a la iniciativa «Libro, vuela libre» y a su liberación de talentos: https://talleresliterariosvalencia.com/taller-intensivo-de-escritura-creativa/
La literatura va de tabúes, revelaciones y secretos, delitos, misterios y enigmas. Nos seduce para que los presenciemos. Es, igual que el amor, una forma de intimidad. Se trata, además, de la única comunicación en la que se experimenta el mundo desde la perspectiva y la conciencia de otra figura. También en esto coincide con el amor, porque crea una relación íntima entre el personaje y el lector, de tal manera que el lector contempla la figura desde fuera y desde dentro. Así comparte las observaciones del protagonista y puede examinarlas. La literatura hace posible lo que normalmente no lo es: participar en experiencias y observarlas al mismo tiempo.
La literatura es la gran educadora de los sentimientos. A través de ella aprendemos a observarnos a nosotros mismos y a los demás. Aprendemos psicología. Podemos ver lo que sucede en los otros, cuando, de otro modo, su interior está reservado. Aprendemos a sentir como el otro. No resulta extraño, entonces, que las mujeres lean más que los hombres.
Por lo demás, la literatura ofrece algo que también interesa a los hombres y que no se aprende en ningún otro sitio: nos da a conocer sucesiones de acontecimientos que no son lineales y tampoco previsibles. Esto es, conflictos, caza de brujas, escándalos, profecías autocumplidas, crisis, metamorfosis… En pocas palabras, desarrollos que no reconoceríamos de no haberlos comprendido por la literatura. Estas tramas destacan unas figuras concretas del destino vinculadas a procesos que se abrevian en sus nombres: Edipo representa la conocida constelación familiar; Hamlet, el problema del intelectual; Don Quijote, el destino de los que quieren mejorar el mundo; Fausto, la desmesura de la ciencia. Don Juan, el seductor, etcétera. Tales modelos sólo pueden conocerse a través de la literatura. Y de uno de ellos, de la novela, deriva el mismísimo concepto de la formación cultural. Al principio, el héroe comete errores debido a su ignorancia o sus prejuicios. Las consecuencias negativas de sus actos le obligan a corregirse, de manera que cambia su conducta. Finalmente entiende las equivocaciones como el presupuesto necesario para poder corregirse y la sucesión de hechos como la prehistoria del conocimiento de sí mismo. Así, la formación cultural consiste en la comprensión de la propia historia como base de la identidad. La biografía de la formación cultural se convierte en un espacio vital y la novela deviene una forma que encierra el contexto de una vida.
Christiane Zschirnt
Talleres literarios LUNA De PAPEL -Valencia
Galería de personajes: Edipo, Hamlet, Don Quijote, Don Juan y Fausto
“Nuestra prisión está construida de libros queridos”…
Breton & Soupault. Los campos magnéticos (1919).
Esos arquetipos, y por eso lo son, escenifican la naturaleza trágica de la condición humana. Una tragedia que reside en la conciencia.
Leídos o no, para bien y mal, ya forman parte de nuestra osamenta.
De continuo leemos libros y papeles, devoramos relatos fílmicos y narraciones en formatos diversos en los que ocurren historias de amor, aventuras y sueños que van conformando inadvertidamente nuestra percepción de la realidad.
No es improbable que hagamos lectura de nuestra cotidianidad desde esta inducida lección e interpretemos cuanto nos acontece al modo en que lo hizo Alonso Quijano.
Es una tarea titánica -escribí hace algún tiempo-, indefectiblemente humana.
Me gustaMe gusta
Gracias por la aportación. Interesante y nutritiva como siempre, Crisc 🙂
Me gustaMe gusta