¿Sabe usted cómo escribo yo mis cuentos?
Chéjov, al periodista Korolenco
Hoy rendimos tributo en nuestro foro de escritores a un autor que también estará presente en nuestro taller de verano de escritura creativa en Valencia, esta semana nos entregamos a la magia de sus trazos maestros. El próximo encuentro literario de «Libro, vuela libre» unirá, al talento de grandes escritores que revolucionaron el cuento y las fronteras de la narrativa breve, la esencia de las palabras de Nabokov en torno al genio de Chéjov.
En palabras de Nabokov Chéjov tenía la adoración de todos sus lectores, que es casi tanto como decir de toda Rusia, pues en los últimos años de vida su fama fue enorme. El aura que rodeaba al gran maestro del cuento debía ser muy humilde y muy brillante, porque una suerte de magia parecía apoderarse de sus procesos creativos y sus lectores. Vladimir Nabokov, en una de las páginas de su imprescindible Curso de literatura rusa, que recoge las clases legendarias que daba a sus alumnos en Wellesley y Cornell, lo explica así:
Sin aquella sociabilidad suya fenomenal, sin la constante disposición a codearse con cualquiera, a cantar con los cantantes y a emborracharse con los borrachos; sin aquel interés ardiente por las vidas, costumbres, conversaciones y ocupaciones de cientos de miles de personas, difícilmente hubiera podido crear ese colosal mundo ruso, enciclopédicamente pormenorizado, de las décadas 1880 y 1890, que conocemos con el nombre de los Cuentos de Chéjov.
«¿Sabe usted cómo escribo yo mis cuentos? -le dijo a Korolenco, el periodista y narrador radical, cuando acababan de conocerse-. Así.»
Echó una ojeada a la mesa -cuenta Korolenko-, tomó el primer objeto que encontró, que resultó ser un cenicero, y poniéndomelo delante, dijo: «Si usted quiere, mañana tendrá un cuento. Se llamará El cenicero.»
Y en aquel instante le pareció a Korolenco que aquel cenicero estaba experimentando una transformación mágica: «Ciertas situaciones indefinidas, aventuras que aún no habían hallado una forma concreta, estaban ya empezando a cristalizar en torno al cenicero.»
Vladimir Nabokov, Curso de literatura rusa
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