La literatura fantástica, al igual que otros vastos territorios de la escritura creativa, siempre agradece la originalidad; y una mirada irónica a tiempo suele añadir encanto y calidad a cualquier creación literaria. Con No más amores, de Javier Marías, el club de relatos de nuestros cursos y talleres de literatura en Valencia se ha sumergido en un tema clásico de la literatura fantástica: el relato de fantasmas, que su autor trata sin embargo de manera nada convencional. La independencia, brillantez de estilo y carga irónica con las que ha dotado este escritor a su relato fantasmagórico nos acompañarán en nuestro próximo encuentro literario:
El relato fantástico en los cursos y talleres de literatura de LIBRO, VUELA LIBRE en Valencia
«Y era durante estas sesiones cuando el fantasma de la casa hacía su aparición: cada tarde, mientras Molly pronunciaba las palabras de Stevenson o Jane Austen o Dumas o Conan Doyle, veía difusamente la figura de un hombre joven y de aspecto rural, un mozo de cuadra o de establo. La primera vez que lo vio, de pie y con los codos apoyados en el respaldo del sillón que ocupaba la señora, como si escuchara atentamente el texto que recitaba ella, estuvo a punto de gritar del susto. Pero enseguida el joven se llevó el índice a los labios y le hizo tranquilizadoras señas de que continuara y no denunciara su presencia. Su rostro era inofensivo, con una tímida sonrisa perpetua en los los ojos burlones, alternada tan sólo, en algunos momentos graves de la lectura, con una seriedad alarmada e ingenua propia de quien no distingue del todo entre lo acaecido y lo imaginado. La joven obedeció, aunque no pudo evitar aquel día levantar la vista demasiadas veces y dirigirla por encima del moño de la señora Cromer-Blake, que a su vez alzaba la suya inquieta como si no estuviera segura de llevar derecho un sombrero hipotético o debidamente iluminada una aureola. «¿Qué ocurre, niña?», le dijo alterada. «¿Qué es lo que miras ahí arriba?». «Nada», contestó Molly Muir, «es una manera de descansar los ojos para volver a fijarlos luego. Tanto rato me los fatigaría.» El joven asintió con su pañuelo al cuello y la explicación bastó para que en lo sucesivo la señorita mantuviera su costumbre y pudiera saciar al menos su curiosidad visiva. Porque a partir de entonces, tarde tras tarde y con pocas excepciones, leyó para su señora y también para él, sin que aquella se diera jamás la vuelta ni supiera de las intrusiones de éste.»
Javier Marías, No más amores (fragmento)
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