Finalistas de los torneos. Hace unos días el «comando liberalibros» revelaba la identidad de la ganadora de los torneos literarios de invierno de LIBRO, VUELA LIBRE de este año: Sofía Ramos Antón y ahora es el nombre de los tres finalistas de estos juegos, patrocinados por La Bottegara, el que se acaba de hacer público en las comunidades literarias de los talleres de escritura creativa de LIBRO, VUELA LIBRE en Valencia.

Compañeros y colaboradores de LIBRO, VUELA LIBRE con Marco Miguel Márquez, Irene L. Martínez y María Mora, finalistas de los torneos literarios de invierno
Las comunidades literarias de LIBRO, VUELA LIBRE y de VALENCIA ESPACIOCREA quieren felicitar en esta ocasión a Marco Miguel Márquez, Irene L. Martínez y María Mora, finalistas esta temporada de los torneos literarios que cíclicamente convocan los talleres de escritura creativa de LIBRO, VUELA LIBRE.
Enhorabuena a los tres por su creatividad y pasión por escribir. En esta entrada os desvelamos su seudónimo y compartimos el texto con el que han participado, en los diferentes paneles literarios de esta edición, los tres autores:
Marco Miguel Márquez, seudónimo: máscara
«Es una playa común, rodeada de montañas verdes que, con la densa humedad, desprenden ese intenso aroma de hierbas aromáticas. Solo se oye el mar, y hoy de buena mañana la arena se encuentra virgen por el viento. Mis pies, que se hunden apenas en la arena, dejan una huella incompleta. Miro el camino recorrido y pienso: ¿Qué está mal en mí? ¿Es porque camino despistado? Me detengo, y ahora miro mis pies y me fijo en cómo se elevan ligeramente sobre la superficie, como si pesasen menos que el viento. No quiero marcharme, así que presiono fuerte mis pies contra la arena con todas mis fuerzas. Arrugo los dedos, flexiono las rodillas y agacho la cabeza, pero sigo abandonando el suelo poco a poco. Hay un barco pesquero destrozado, viejo, blanco y azul, que se encuentra a unos pasos de mí, el cual debo abrazar. Respiro cada vez más fuerte, y el sudor resbala de mi nariz a mi frente. El sol me está observando en el horizonte en su ejercicio diario de amanecer. Puede verse cómo me estoy cayendo hacia arriba. Pero consigo llegar al navío varado cuando ya prácticamente no tengo esperanza, y me encierro en el cuarto donde se solía almacenar comida. Me siento en el techo, cierro los ojos con mucha fuerza, y empiezo a dar las gracias.
Hoy casi he sido como uno más, valiente, pero por desgracia para mi orgullo no lo ha visto nadie.»
Irene L. Martínez, seudónimo: Frisia Well
EL NÉCTAR DE LA FELICIDAD
«Era muy pequeña cuando su madre le enseñó a dejar volar su imaginación en busca siempre del mismo lugar idílico y paradisíaco. Todavía era demasiado ingenua en aquellas noches, ya lejanas, cuando nada más meterse en la cama las cálidas manos de su madre le acariciaban la frente y su voz aterciopelada le transportaba lejos, muy lejos, hacia un lugar inexplorado, dulce y fantasioso, rebosante de frutas y olores varios, lleno de color y de luz. Todas las noches cerraba sus ojos y se dibujaba una sonrisa en sus labios mientras su sueño profundo la conducía hacia el reino de la bondad y la alegría infinita.
Su sueño mágico fue apagándose conforme fue cumpliendo años. Al ir creciendo, el sabor afrutado se transformó en ácido, cítrico y, en ocasiones, amargo. Una noche de invierno, la voz aterciopelada de su madre se había ahogado en un estertor de muerte siendo ella aún demasiado inocente como para saber que la vida es una mezcla de sabores dulces y salados. Ahora, ya no era pequeña, estaba sola y ya nadie arropaba sus sueños. Nadie acariciaba su frente ni su pelo ensortijado. Nadie.
Los invitados la esperaban en el salón. Desde la cocina Melissa escuchó la algarabía de la fiesta, así que enjugó sus lágrimas como pudo. Era Nochevieja. Continuó preparando el postre, cortando en taquitos la fruta, con una exactitud milimétrica. Pequeños trozos de manzana, fresa y melocotón caían en el bol en una combinación perfecta y se mezclaban con el zumo de naranja y unas cucharaditas de azúcar. Hacía años que no preparaba el postre que su madre llamaba “luna de frutas”, igual que su cuento preferido. El aroma de la fruta recién cortada le hizo rememorar tiempos pasados. Con una pequeña cuchara probó la macedonia. Inmediatamente su sabor dulce invadió su paladar igual que la imaginación sus sueños de infancia. Con la boca llena de “luna de frutas” y una sensación plena, que ya ni recordaba, se dirigió al salón con una amplia sonrisa dibujada en su rostro.»
María Mora, seudónimo: TR3X07
«Las hojas secas acariciaban su piel con delicadeza al ser mecidas por la suave brisa, causándole un cosquilleo que no podía sentir. Sus ojos vacíos parecían contemplar la inmensidad del cielo sobre él, aunque no veía, y de sus resecos labios no salía nada, ni siquiera un hilo de aliento.
Estaba muerto, lo sabía.
Estaba muerto y aquello era, por imposición de los demás, su culpa.
Reiría por los titulares si pudiese, ya conseguía imaginarlos. “El hombre de hojarasca” ocuparía la parte superior de la primera página de todos los periódicos del país, escrito en gran tamaño con una fuente Playfair Display. Sí, Fred podía imaginarlos tan claramente como si los estuviese mirando en ese momento. También evocaba el rostro de su madre ante la trágica noticia; trágica para él, no para ella. Podía verla con un cigarrillo entre sus resecos labios y una mirada cargada de reproche ante su foto, esa colocada justo debajo del titular sensacionalista. Estaría sentada en el jardín con un café frío sobre la mesa, su pétrea figura rodeada de madreselva de tonos rosados y amarillos. «Se lo dije», diría, probablemente acompañando aquellas tres palabras con una retahíla de motivos sobre el peligro que conllevaba el conocer mundo. Su pecado, su muerte.
Aquello por lo que Fred había sido condenado y juzgado: el querer ser libre.
Porque él hacía tiempo que había dejado de conformarse. Se había cansado de vivir encerrado entre las mismas paredes; cansado de ver los mismos cuadros y oler mismos aromas. Él había tenido un sueño y aún con todo en contra había luchado por conseguirlo.
Y lo consiguió, aunque ahora pagase por ello. Porque Fred estaba muerto.»
Más información y solicitud de plaza en los talleres y cursos presenciales en Valencia de creación literaria de LIBRO, VUELA LIBRE: auroralunav@hotmail.com
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