En una novela alguien lee una novela: esas cosas le gustaban a Borges.
(Ricardo Piglia, El último lector).
En las comunidades de lectura y talleres de escritura creativa de LIBRO, VUELA LIBRE en Valencia siempre encontramos nuevas fórmulas para disfrutar de la palabra y reflexionar sobre los interrogantes literarios que compartimos. ¿Por qué leemos?: esta ha sido una de las preguntas que con más asiduidad se ha repetido en nuestros últimos desafíos lunares. Las respuestas han sido muy variadas, pero hemos rescatado la que encontró Sueño de verano en este hermoso fragmento de Ricardo Piglia:
Quisiera recordar ahora otra escena de lectura, notable en muchos sentidos y perfecta en su fugacidad, en la que aparece un género diferente de lector. Es una escena de Anna Karenina, de Tolstói, del capítulo 29 de la primera parte, en la que Anna aparece leyendo una novela inglesa en un tren. Me parece que hay allí otra trama : la relación de esa lectura con la constitución del sentido, con los afectos, con la tradición y con el desarrollo de la novela. Estamos en la línea histórica que quiere a las mujeres como protagonistas del consumo narrativo. La eterna de Macedonio es la lectora perfecta de la novela. También Madame Bovary, desde luego, incluso Molly Bloom, que, como veremos, se despierta con un libro en la cama. Esas mujeres complejizan la figura del lector moderno (y la novela le da nombre a la figura anónima de las mujeres que leen).
En una novela alguien lee una novela: esas cosas le gustaba a Borges. Pero mejor sería decir: en una novela una mujer lee una novela inglesa. Podríamos decir, incluso, que una mujer lee una novela escrita por una mujer, quizá Jane Austen, aunque varios han sugerido que se trata de una novela de Anthony Trollope.
[…]
La novela de Tolstói construye la imagen de lo que podríamos llamar la lectora de novelas que descifra su propia vida a través de las ficciones de la intriga, que ve en la novela un modelo privilegiado de experiencia real. Se manifiesta así una tensión entre la experiencia propiamente dicha y la gran experiencia de la lectura. Y entonces aparece el bovarismo, la ilusión de realidad de la ficción como marca de lo que falta en la vida. Se va de la lectura a la realidad o se percibe la realidad bajo la forma de la novela, con esa suerte de filtro que da la lectura.
Ricardo Piglia, El último lector
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