Las obras de dos grandes narradores estadounidenses, Philip Roth y Raymond Chandler, y de la escritora y periodista española Elvira Lindo, protagonizarán los próximos tributos literarios de la clave A-98 en los talleres de escritura creativa de LIBRO VUELA LIBRE en Valencia.

El pecho, una novela corta de Philip Roth publicada en 1972 en la que su protagonista, el profesor de literatura David Kepesh, enfrenta un conflicto entre sus deseos y su parte racional; El sueño eterno, la novela negra publicada en 1939 con la que Raymond Chandler presentó a su personaje más conocido: el detective Philip Marlowe, y Lo que me queda por vivir, una novela ambientada en un Madrid de los años ochenta al que Elvira Lindo nos invita a entrar a través de una historia sobre la experiencia temprana de la pérdida, serán las primeras obras narrativas en inspirar las actividades complementarias de la clave de escritura A-98.
Tributos literarios a Philip Roth: «El pecho». Fragmento 1 de la clave de escritura A-98:
PHILIP ROTH, El pecho
No era dolor, al contrario, la sensación era más bien agradable, y no obstante me parecía tan extraño sentir aquello que grité.
—¡Me he quemado! ¡Ha sido un incendio!
—Cálmese, señor Kepesh —me dijo una mujer—. Solo le estoy lavando. Me limito a lavarle la cara.
—¿La cara? ¿Dónde está? ¿Dónde están mis brazos? ¿Y mis piernas? ¿Dónde está mi boca? ¿Qué me ha ocurrido?
Entonces habló el doctor Gordon.
—Se encuentra en el hospital Lenox Hill, David. Lleva aquí diez días. Le he visitado a diario por la mañana y la noche. Disfruta usted de excelentes cuidados y de todas las atenciones que requiere. En estos momentos le están lavando la cara con una esponja, agua templada y jabón. Eso es todo. ¿Acaso le duele lo que le están haciendo?
—No —gemí—, pero, ¿dónde está mi cara?
—Deje que la enfermera le lave y dentro de un rato hablaremos. Debe descansar todo lo que pueda.
—¿Qué me ha ocurrido?
Recordaba el dolor y el terror, pero nada más: había sido como si me hubiesen disparado una y otra vez desde un cañón contra un muro de ladrillo y a continuación me hubiera pisoteado un ejército de botas. En realidad era más bien como si hubiera sido un hombre de caramelo masticable, extendido en direcciones opuestas por el pene y las nalgas, hasta llegar a ser tan ancho como largo había sido. Los médicos me dicen que no pude estar consciente más que unos pocos minutos, pero, al rememorarlo, me parece que estuve despierto para notar que cada hueso de mi cuerpo se quebraba y se reducía a polvo.
—Si ahora pudiera relajarse…
—¿Cómo me alimentan?
—Intravenosamente. No debe preocuparse. Se le alimenta todo lo necesario.
—¿Dónde están mis brazos?
—Deje que la enfermera le lave y luego le friccione con aceite, y ya verá como se siente mucho mejor. Entonces podrá dormir.
Tributos literarios a Raymond Chandler: «El sueño eterno». Fragmento 2 de la clave de escritura A-98:
RAYMOND CHANDLER, El sueño eterno
Su voz pareció venir de lejos.
—Es usted un hombre terrible, terrible.
—Sí; y usted es su hermana mayor. ¿Qué va a hacer en relación con todo esto?
—No puede probar una palabra de nada.
—¿Que no puedo probar qué?
—Que ella le disparó. Usted dijo únicamente que estuvo en los pozos con ella. No puede probar una palabra de lo que dice.
—Cierto —repuse—, pero no pensaba intentarlo. Yo estaba pensando en otra ocasión en que el revólver se hallaba cargado con balas. —Sus ojos eran como charcos de oscuridad, mucho más vacíos que la oscuridad misma—. Pensaba —continué— en el día en que Regan desapareció, al caer la tarde, cuando la llevó a esos viejos pozos para enseñarla a disparar y puso una lata en algún sitio diciéndole que disparase y se quedó junto a ella mientras hacía fuego y no disparó a la lata. Volvió el revólver y le disparó a él, del mismo modo que lo hizo hoy conmigo y por el mismo motivo.
Tributos literarios a Elvira Lindo: «Lo que me queda por vivir». Fragmento 3 de la clave de escritura A-98:
ELVIRA LINDO, Lo que me queda por vivir
—¿Se puede saber dónde estabas?
—Comprando.
—¿Comprando? ¿Comprando qué? ¿Dejas solo a un niño de cuatro años y te vas a comprar?
—Solo ha sido media hora.
—¿Media hora? De media hora, nada. Me llamó al trabajo. ¿Sabes cómo he venido? He venido loco, loco.
—No quiso venirse conmigo.
—¿Y tú haces lo que él dice?
—Se quedó viendo la tele, qué coño le podía pasar.
—De todo, podía haberle pasado de todo, pero lo que pasó exactamente es que salió a esperarme a la escalera y con un golpe de viento se cerró la puerta. Es decir, que durante unos quince minutos estuvo en la escalera, solo. ¿Y si hubiera decidido esperarme en la calle?









