Supervivencia creativa. Actividades complementarias de la clave 33-Z en el taller de escritura de LIBRO VUELA LIBRE

Al taller de escritura de LIBRO VUELA LIBRE en Valencia llega una nueva ronda de actividades de supervivencia creativa que, esta vez, va a incluir, en la clave 33-Z, un entrenamiento con seis tríadas de palabras e imágenes.
Si formas parte de alguno de los grupos de creación literaria que ha trabajado la parte técnica de esta clave, sigue las instrucciones que se den en tu sesión presencial u online y participa en el siguiente bloque de actividades complementarias.
Primera tríada de supervivencia creativa:
Gran madre / pistola / desnudez
Segunda tríada de supervivencia creativa:
Látigo / naranja / premio
Tercera tríada de supervivencia creativa:
Serpiente pacífica / corazón / correr
Cuarta tríada de supervivencia creativa:
Siete personas / un juguete / crecer en la tierra
Quinta tríada de supervivencia creativa:
Un pájaro azul / una vela / unos dientes
Sexta tríada de supervivencia creativa:
Sol oscuro / héroe / sueño oceánico









Dominatrix
La desnudez de la gran madre solo estaba cubierta por una pistola que le tapaba el seno derecho. Con un látigo naranja en la mano izquierda prometía un premio a quien se atreviera a acercarse a su alcoba. Prometía que su látigo se comportaría como una serpiente pacífica, que no hacía falta correr, ya que le gustaba infligir dolor pero que también tenía un corazón repleto de amor. Indicaba que siete personas habían pasado ya por su alcoba, pero que ninguno de ellos había querido disfrutar de su juguete. El hecho de crecer en la tierra de las perversiones provocaba que sus parejas salieran despavoridas.
Tras una vela unos dientes dibujaban una sonrisa que pedía ser autorizada a adentrarse en la alcoba de la gran madre, está asintió. Él, como un héroe se acercó donde estaba la dominatrix, observó una pintura en la pared con un pájaro azul, le recordó un sueño oceánico que tuvo tiempo atrás, esto le hizo pensar que estaba en el lugar correcto.
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El amanecer turbio
La gran madre tierra se desplegó en todo su esplendor ante mis ojos. Ya no me quedaba más que tirar la pistola al lago y quitarme la ropa para deshacerme de ella. En el cubo metálico dejé la ropa y mi desnudez se vio reflejada por el fuego.
El viento me azotó el cuerpo como un látigo y los dedos se volvieron color naranja al contacto con la luz del amanecer. Esa mañana era mi premio después de aquella horrible semana.
De pronto una serpiente pacífica salió de entre los arbustos, el corazón se me aceleró y me dieron ganas de correr, pero no lo hice porque aquel bicho apenas se había movido. El humo de la ropa ardiendo llegó al cielo.
Al fondo pude ver a siete personas que empezaban a hacer un día de acampada. Me sentí como un juguete en medio de toda aquella inmensidad. Ahora sentía que no merecía crecer en la tierra y el deseo de ahogarme en aquel lago, tras la pistola, surgió en mi mente como una ráfaga.
Un pájaro azul descansaba sobre una rama y comenzó a cantar al amanecer interrumpiendo mis oscuros pensamientos. Fue como la vela que ilumina tu camino y, de pronto, me di cuenta de que me castañeteaban los dientes porque el fuego se estaba apagando.
Me metí en el coche mirando cómo el fuego se apagaba como un sol oscuro. No me veía como un héroe sino, más bien, como un desecho humano que mereciera morir en aquel paisaje que dejaba atrás. Con el tiempo todo aquel día se quedaría en mi memoria como un sueño oceánico, una mezcla de agua, viento y espuma.
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