Envenenamientos literarios es el nombre del próximo tributo de desescalada de nuestro taller de escritura en Valencia a las grandes autoras del suspense.
Las cadenas literarias de Libro vuela libre, que vienen compartiendo durante toda la cuarentena creativa propuestas de escritura y actividades gratuitas para estimular la imaginación de los seguidores de sus comunidades literarias durante el tiempo del confinamiento, amplían en esta fase de la desescalada, y mientras se aproxima la reapertura de los procesos técnicos de nuestro taller, sus propuestas de entrenamiento libre a través de las actividades de la clave 21 y los tributos a las damas de la novela policíaca, que en este primer bloque protagonizarán las obras de Agatha Christie.
Visita a continuación las tres atractivas puertas de lectura que ha elegido nuestro taller de escritura en Valencia para invitarte a leer Cremas&castigos, recetas deliciosas y criminales de Agatha Christie, una obra que explora el uso de la gastronomía en los asesinatos literarios de esta dama del suspense, y disfruta de nuestro sabroso juego gatronómico y de la propuesta de escritura libre de esta recomendación, titulada El sándwich de la muerte, cuyas instrucciones encontrarás al final de esta entrada.
La relación entre las obras de Agatha Christie y la gastronomía. Los envenenamientos literarios en las recomendaciones de lectura del taller de escritura de Libro vuela libre:
Recomendaciones de lectura del taller de escritura. Primera puerta de entrada de Cremas&castigos, recetas deliciosas y criminales de Agatha Christie, de Anne Martinetti y François Rivière:
«Agatha Christie (1890-1976), amante de la vida y los placeres, trufó su obra de alusiones en absoluto inocentes a una tradición culinaria con frecuencia injustamente vilipendiada. No, aunque se caracterice por sus peculiares rituales y su tendencia más excéntrica, la gastronomía inglesa no tiene nada que envidiar a la de cualquier otro país.
Nadie entrará, no obstante, en el mundo inquietante y hasta peligroso de la «Duquesa de la Muerte» sin haber tomado conciencia de los peligros que le acechan a cada paso, o más bien en cada página. En las novelas de Mrs. Christie, el más insignificante vaso de agua puede resultar fatal para el incauto sediento que, como Miss Johnson en Muerte en Mesopotamia, ignora la mano criminal que, surgida de la sombra, ha vertido unas gotas de ácido clorhídico en el inocente vaso dispuesto en su mesita de noche.»
Los personajes de Agatha Christie y su relación con los envenenamientos literarios
Recomendaciones en curso del taller de escritura. Segunda puerta de lectura de Cremas&castigos, recetas deliciosas y criminales de Agatha Christie, de Anne Martinetti y François Rivière:
«A las «pequeñas células grises» de Poirot les merece el mayor de los desprecios la comida de su país de adopción, y su apellido -tan similar a poirrreau («puerro» en francés)- constituye ya una declaración de principios, En el curso de su prodigiosa carrera, el detective belga se enfrentará a más de un asesino especialista en veneno.
La otra gran figura de la obra de Agatha Christie, Miss Jane Marple, de St. Mary Mead, posee con respecto a su colega la ventaja de ser del terruño. Ella también tendrá, en más de una ocasión, el terrible privilegio de percibir, en el fondo de una taza de té, el acre olor de una letal decocción, Ambos héroes tendrán que vérselas con astutos envenenadores, que disimulan sus negras armas bajo la inocente fachada de un pudding de Navidad, un pastel de esponsales o un pato relleno…»
Los envenenamientos literarios como disparador creativo
Recomendaciones de la clave 21 en el taller de escritura. Tercera puerta de lectura de Cremas&castigos, recetas deliciosas y criminales de Agatha Christie, de Anne Martinetti y François Rivière:
«Con todo esto, esta irresistible tendencia hacia el delicado arte del envenenamiento no nació por azar en el cerebro de nuestra Lucrecia Borgia: «No sé nada del manejo de las armas de fuego -decía-. Por ello mato a mis personajes con venenos, que poseen la ventaja de ser limpios, algo que estimula mi imaginación».
Instrucciones de la propuesta B de entrenamiento libre de la clave 21: EL SÁNDWICH DE LA MUERTE:
1- Elige uno de estos dos sabrosos sándwiches, cuyas recetas aparecen en Cremas&castigos, recetas deliciosas y criminales de Agatha Christie, la obra que recomendamos en esta entrada dedicada al tema de los envenenamientos literarios en la obra de esta gran dama del suspense:
Opción 1- Sándwich de mil hojas con queso cheddar, que junto a esta variedad de queso tan inglesa lleva, entre sus misteriosos ingredientes, lomo de cerdo y mango.
Opción 2- Sándwich de rábano blanco, que lleva una mezcla secreta de nata, tomatitos cherry y, por supuesto, rábano blanco sobre esponjoso pan de brioche.
2-Añádele a la siguiente frase de inicio el nombre del sándwich que has elegido, de los dos anteriores, para tu entrenamiento literario:
Acababa de prepararle un sándwich de (opción elegida)…
3-Empieza a escribir tu texto libre a partir de ahí teniendo en cuenta que el título de esta propuesta es El sándwich de la muerte.
Otro juego de dar y recibir. Comparte y recibe tu propio sándwich de la muerte
Comparte si quieres, a través de los comentarios de esta entrada, tu propio sándwich de la muerte; es decir, la receta del sándwich que más te gusta en este mundo y que está de muerte, para que puedan disfrutar de su sabor, en los almuerzos y meriendas de esta fase de la desescalada, tus compañeros de grupo o los visitantes externos de este hilo creativo.
Un auténtico ‘sándwich de la muerte’ era el que se preparaba Pedro Picapiedra: costillas de brontosaurio con pepinillos. En mi caso suelo caer en la tentación de hacerme un ‘sándwich de la muerte’ con queso semicurado, jamón serrano, unas rodajas de tomate, otra de cebolla y una hoja de lechuga bañada en ralladura de almendras, ¡Guau! ¡Es todo un señor sándwich!
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Tiene muy buena pinta lo de la hoja de lechuga bañada en ralladura de almendras. Gracias por la receta de este «sándwich de la muerte» para los seguidores de este hilo creativo 😃.
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Había llegado el tan esperado día. Acababa de preparar el sándwich de mil hojas con queso cheddar , pescado y mango que tanto le gustaba a él. Oía, desde la cocina las voces del noticiero de las 17:00. Estaba segura que no la miraba y que en pocas horas su cuerpo se intoxicaría hasta la muerte.
Aún tenía entre las manos el cuchillo con el que había partido el mango. Oh sí, el mango, el único que encubriría el sabor del pescado contaminado con la ciguatera. Sería cuestión de horas. Su viejo cuerpo no lo aguantaría . Se iría, se iría para siempre. Y ella con la poca juventud que aún tenía, recogería sus tiestos, el tan añorado dinero y se largaría de una vez.
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Excelente relato inspirado en el primero de nuestros sándwiches de la muerte: el sándwich de mil hojas con queso cheddar, Milagros 🙂
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Como hábil observador permanecí atento y enternecido al ver a mi vecino de mesa entregado a su bocadillo que comía en medio del mundanal ruido gozando absorto e inalterablemente feliz. Sin duda presencié un acto maravillosamente impúdico.
Bocadillo, sandwich, chapata o flauta. El pan como redundancia diabólica es un contenedor comestible que nos hace sucumbir gozosamente en un mundo de pequeñas travesuras culinarias en la búsqueda de la perfección absoluta.
Soy un soñador de embutidos y siento una debilidad terrenal por ellos, en la calidez de la cocina nunca exenta de pecado, su sola preparación me abre la puerta y entro de lleno en el paraíso y me instalo en él. Un lugar, la cocina donde comían mejor los frailes que los reyes.
Pongo las rebanadas de pan esponjoso sobre la plancha con el fuego al mínimo para que se tueste de manera uniforme.
Sobre la sartén, aceite virgen extra, dos longanizas, una morcilla y un chorizo de excelentes carnes y especias deliciosamente aromatizadas.
A la brasa de carbón de leña pimientos religiosamente pelados a mano.
Sobre la mesa bajo la luz tenue de un candil, el pan abierto untado de ajoaceite artesanal de mortero y relleno con la fritura; lo miro despacio, con gran quietud y el bocadillo aparece descarado e irresistible.
Aprieto con las manos el rico pan, oigo su crujido, le hinco el diente y paladeo ese punto picanton que me apasiona. Considero la extrema sofisticación que consiste en reservar para el final el mejor bocado, el de mayor presencia de mezcla disponible y que considero la joya del placer: el centro del sofisticado bocadillo.
Para los grandes comedores y en su óbito, pásenle un chorizo de cantimpalo por delante de la nariz y si no reacciona, la cosa se puede dar por finiquitada.
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¡Tomamos nota, Jose Luis! 🙂
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Acababa de prepararle un sandwich de milhojas con queso queddar de los que tanto le gustaban, cuando se dió cuenta de que ya no respiraba. Se había quedado en su sillón marrón con la cabeza de lado, apoyada en sus anchas orejeras. Ella se quedó en silencio, con el plato en la mano. Se sentó sin perderle de vista y comezaron a caer gruesas lágrimas sobre sus mejillas. Hace años que lo cuidaba. No se imaginaba la vida sin él. Pero ya no tenía nada que imaginar. El sueño se había hecho realidad. Su vida ya era una subvida sin él. No sabía lo que iba a hacer y empezó a comerse el sandwich de milhojas con queso de queddar que había preparado para él. Así quiso hacerle su primer homenaje.
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Gracias por tu relato. Un saludo, Isabel 🙂
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