Los juegos literarios de Lugones

16 Dic

Juegos literarios de la clave J-48. Un magnífico conjunto de relatos: La lluvia de fuego, de Leopoldo Lugones, regresa a las recomendaciones en curso de nuestros talleres de escritura para invitar a su lectura a los escritores en formación que participan, con los juegos de creación literaria de la clave J-48, en los torneos de invierno de Libro vuela libre, patrocinados este año por La Bottegara y el club de lectura en Valencia Libros de Papel.

Los juegos literarios de Leopoldo Lugones en el taller de escritura en Valencia de Libro vuela libre

Mucha suerte para todos los grupos literarios que participan en estos juegos de escritura con la clave J-48 dedicada a Leopoldo Lugones. El talento para escribir relatos de este innovador autor argentino, que también cultivó, entre otros géneros, la novela, la poesía y el ensayo, inspirará el siguiente panel de concurso  y formará parte de nuestras lecturas recomendadas de invierno, entre las que también se encuentran varios títulos de Jean-Paul Sartre, Robert Louis Stevenson y Ernesto Sabato.

Tributos a la narrativa de Lugones. Panel de juegos literarios de la clave J-48

Los participantes en los torneos de escritura de Libro, vuela libre que juegan en esta edición 2019-20 con la clave literaria J-48 ya pueden seguir las instrucciones de dicha clave en este panel, que incluye los siguientes bloques de palabras:

Bloque I (3 de 6):

gato, Navidad, estatuas de hielo, hojas secas, abejorros, cuna

Bloque II (2 de 4):

metal candente, ojos fruncidos, futura organización, treinta y seis cruces

Taller de escritura: recomendaciones del club de lectura Libros de Papel para los grupos literarios de la clave J-48

El origen del diluvio, El milagro de San Wilfrido, Los caballos de Abdera y la lluvia de fuego, el conocido relato de Leopoldo Lugones que da título a la antología a la que hoy rendimos homenaje, son las puertas de entrada con las que nuestro club de lectura inicia un nuevo tributo a este escritor considerado uno de los mejores exponentes del modernismo latinoamericano.

Homenajes en curso del taller de escritura: fragmentos de entrada a El origen del diluvio, El milagro de San Wilfrido, Los caballos de Abdera y La lluvia de fuego:

Los juegos literarios de Leopoldo Lugones, fragmento 1:

«Apenas uno que otro gran molusco se revolvía sobre la universal fluidez sin olas, bajo el horror de la atmósfera gigantesca, preñada de tósigos , donde se operaba la futura organización, Tampoco pudieron ellos resistir a esas combinaciones , ni adaptarse al estado de disgregación; y, por otra parte, éste los afectaba a su vez. Ellos fueron también disolviéndose hasta desaparecer; y entonces, sobre el ámbito del planeta, fue la soledad y la negra noche.»

                                   Leopoldo Lugones, El origen del diluvio. Narración de un espíritu

Fragmento 2 de los juegos de escritura inspirados en los relatos de Lugones:

«Sobre las tiendas de las huestes sitiadoras, ondeaban múltiples estandartes, en cuyo trapo, al impulso de la devoción y del heroísmo, iban germinando como futuros emblemas de gloria, las trece coronas y las treinta y seis cruces principales de la heráldica, desde la sencilla cruz patente hasta las embrolladísimas dobles y contra potenzadas, que llegarían a su máxima complicación en el curioso jeroglífico de la familia Squarciafichi,»

Leopoldo Lugones, El milagro de San Wilfrido

Fragmento 3 de los juegos literarios inspirados en los relatos de La lluvia de fuego de Leopoldo Lugones:

«Brillaban claramente sus colmillos, percibíase sus ojos fruncidos ante la luz, llegaba en el hálito de la brisa su olor bravío. Inmóvil entre la palpitación del forraje, herrumbrada por el sol casi hasta dorarse su gigantesca crin, alzábase ante el horizonte como uno de esos bloques en el que el pelasgo, contemporáneo de las montañas, esculpió sus bárbaras divinidades.»

Leopoldo Lugones, Los caballos de Abdera

Taller de narrativa y de escritura creativa de Libro Vuela Libre: fragmento 4 de los juegos literarios inspirados en los relatos de Lugones:

«Aquello no debía durar mucho. El metal candente empezó a llover de nuevo. más compacto, más pesado que nunca.

En nuestro súbito descenso, alcanzamos a ver que las fieras se desbandaban buscando abrigo bajo los escombros

Leopoldo Lugones, La lluvia de fuego

35 respuestas to “Los juegos literarios de Lugones”

  1. erotismoenguardiablog 26 de diciembre de 2019 a 8:24 #

    Bonito!!

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  2. FRISIA WELL 29 de diciembre de 2019 a 16:23 #

    Una cuna y tres estatuas de hielo

    Ese niño recién nacido en su cuna, adorado por 3 estatuas de hielo de los Reyes Magos.
    Ese niño recién nacido, sin oro, incienso ni mirra, en medio de las efigies heladas, y el frío que, poco a poco, va atenazando su pequeño cuerpo desnudo.
    36 cruces dispuestas en círculo alrededor de la escena.
    En su casa, Ángel, frente a su ordenador, participa del juego, de una diversión real, con un niño de carne y hueso. El participante ha pagado mucho dinero.
    Ahora, el adolescente, de apenas 14 años, hace una apuesta de 10.000 euros, dinero que no tiene, pero que extrae fácilmente utilizando la tarjeta bancaria de su madre. Elige, del total de 36 cruces, la número 20.
    Mientras, en todas partes del mundo se abre también el turno de apuestas. Todos los jugadores esperan nerviosos a que el resultado de sus votaciones sea un sí o un no.
    De repente, milagrosamente, un vendaval de hojas secas se levanta alrededor de la cuna y distrae la espera de los impacientes internautas.
    La hojarasca no es más que parte del espectáculo, un efecto visual preparado por la Futura Organización, que transmite el acontecimiento, en directo, desde el portal del sacrificio.
    Sí o no, no o sí, la muerte o la salvación del bebé. He ahí la cuestión que cada 25 de diciembre dilucida la humanidad con un simple clic de ratón.

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    • VALDEMAR ROJO 13 de enero de 2020 a 19:45 #

      YO, VALDEMAR ROJO, DOY MI VOTO A FRISIA WELL.

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  3. Mosquetero 29 de diciembre de 2019 a 18:36 #

    Título : Solo mía
    Árboles tristes de otoño esparcen sus amarillentas hojas secas por doquier. Recojo unas cuantas, las más pulcras, para conformar un adorno; la Navidad se acerca sigilosa. No ansío su llegada, pero mi niña crece y, solas ella y yo, la vivimos como cualquier familia a la usanza. La miro balancearse en el columpio y siento en mí su felicidad. Momento sublime que rubrica mi respiración acompasada. Sosiego, paz.
    Los recuerdos vivos, siempre alerta, me acompañan. No son inquilinos de mi cerebro, son propietarios con escritura otorgada contra mi voluntad. » Adiós chispita, hasta la vuelta» y rozaba con su dedo índice acurrucado mi mejilla. Lágrimas indolentes brotaban de mis oscuros ojos y él, mi padre, las secaba con un beso. Ella, mi madre, miraba la escena repetida por las constantes ausencias. Como estatuas de hielo, quietas, sin mirarnos, lo veíamos desaparecer por la esquina de la calle angosta. Él era el motor de mi madre, su eje y, cuando no estaba, se volatilizaba cuanto había a su alrededor incluida yo. Días de casa colegio, colegio casa. Tiempo espeso y relajado hasta su vuelta. Una pregunta, impropia de una niña, me atormentaba ¿ Mamá, tú me quieres? » Te he parido y debo quererte». La respuesta, impropia de una madre, sumió mi pueril conciencia en los peores remordimientos.
    Marisa baja del columpio y me devuelve a la realidad. Ha visto a Ruth, su amiga, con el padre y corre hacia ellos. La tarde, sucinta en estas fechas, agoniza. Volvemos a casa entrelazadas por nuestras manos, felices, contentas. Abro la puerta y mi hija no aguarda, me pregunta dónde está el suyo, su padre. La esperaba y contesto con la preparada respuesta.» No tienes, nunca lo has tenido y nunca lo tendrás, agradezco a la ciencia que seas solo mía». Argumento el ejemplo de Paula, la vecina, para que mejor comprenda. Nació después de morir su padre y, salvo por las fotos y lo que le habla su madre, es igual a ella. Asiente. No debo ni quiero decirle la verdad, las historias se repiten, puede que por pura casualidad pero yo no tiento a la suerte. Le procuro la infancia que mi padre me robó; le evito el odio que sentí, la frustración y el miedo, la culpabilidad al despertar y oler su cuerpo desnudo. Mi madre… ni mentarla, no soy como ella.

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    • Allison O’Ryan 13 de enero de 2020 a 21:04 #

      Me gusta Mosquetero

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  4. Lala Mor 30 de diciembre de 2019 a 17:14 #

    El laberinto

    Hay un laberinto en la esquina de los deseos. En el que si te asomas la vida abre sus puertas.
    En la primera, un pequeño gato se asoma a la ventana en su vieja buhardilla de Barcelona. En la segunda hay una cuna vacía con ganas de verte. En la tercera, al fondo, una planta con hojas secas chilla en un ahogado silencio: ¡necesito un poco de agua!

    Y todas las noches, en el caos de lo real, los que habitan, sueñan que algo nuevo les va a sorprender, que tiene que llegar.
    Porque les dijeron que ese laberinto infinito tenía final. Un final perfecto con un lazo rojo anudado: un matrimonio, unos hijos, un trabajo, un coche, una casa, un éxito…
    Unos márgenes establecidos en un pequeño rectángulo pensado por no sabemos quién. Donde tú si cabes y el otro…el otro depende de lo que me ofrezca, depende de lo que su mano sea capaz de entregarme después.

    El gato está entre las piernas de su dueño, mientras, éste pinta un cuadro. Con la ansiedad de venderlo o dejarlo olvidado.
    Tu madre observa la cuna tocando su vientre. Y se pregunta: ¿podré con esto sola?
    En la casa de Olga y Marcos las hojas se secaron hace tiempo. Después de los hijos, de olvidar el agua, las gotas…pasaron a ser padres, dejaron de ser dos.

    Por eso, hoy, querida Alba, ojalá puedas ver la verdad en esta letra pequeña que todos llevamos en el reverso. Hay un laberinto sí, y te dirán que busques lo correcto, lo perfecto. Pero no te dejes engañar. Nadie, nunca, ha encontrado esa esquina del deseo. Así que dale la vuelta a la tuerca. El embudo es mucho más grande. Busca la honestidad.

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    • Lili Banana 11 de enero de 2020 a 12:25 #

      Lili Banana votó por el relato “ El Laberinto” de Lala Mor.

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    • R.Nïn 12 de enero de 2020 a 18:37 #

      R.Nïn voto El laberinto de Lala Mor.

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    • Flash Gordon 13 de enero de 2020 a 20:16 #

      Yo, Flash Gordon, voto a Lala Mor por «El laberinto»

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    • Adela 15 de enero de 2020 a 10:53 #

      Blancadiel: voto a Lala Mor

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    • Selva 16 de enero de 2020 a 21:40 #

      Jo, Selva, done el meu vot a » El laberinto» de Lala Mor.

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    • Liber 19 de enero de 2020 a 15:03 #

      Mi voto para Lala Mor

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  5. MADY 31 de diciembre de 2019 a 17:47 #

    ESTATUAS DE HIELO.

    —¡Lutxo!, ¡koldo! — Una batida del pueblo escrutaba la Sierra del Gato en la búsqueda de dos conocidos hermanos, unos curtidos arqueólogos y aficionados a la espeleología, que llevaban una semana desaparecidos.
    Un mar de flores y un ejército de abejorros invadían las ramas de los árboles, anunciando la entrada de la primavera y como era costumbre en ellos, los hermanos Aristegui, prepararon, con el ansia acumulada durante el invierno, los bártulos de espeleología. Una caverna desconocida para ellos les esperaba, sería la encargada de liberar la adrenalina que tanto anhelaban sus cuerpos.
    Cargado su viejo Nissan patrol e insertadas las coordenadas en el GPS, se orientaron hacia lo desconocido, una misteriosa caverna, de la que no quisieron desvelar su ubicación ni a los más allegados. Presentían que iban a descubrir un hallazgo que les daría su ambicionado reconocimiento en el mundo arqueológico.
    Ya en el lugar, organizaron de forma escrupulosa, su vida iba en ello, el material para adentrarse en lo inexplorado. Lutxo, que era el mayor, fue el primero en bajar por la estrecha cavidad que daba acceso a la caverna.
    Una vez en el interior, un afluente de agua cristalina les hizo de guía, mientras contemplaban las maravillosas formaciones conoidales de estalactitas milenarias. Unos extraños garabatos en las frías paredes les despabilaron, alumbrados con su linterna frontal y con ojos de niños, otearon los incomprensibles signos rasgueados, que quizás les estuviesen advirtiendo, sin poder vincularlos a ninguna cultura conocida.
    Sin miedo, pero precavidos, siguieron avanzando por la cada vez más angosta y fría gruta. Lo que vieron les dejó atónitos, se aproximaron a ellas incrédulos, el frío cada vez era más intenso. Eran estatuas de hielo tan reales como los guerreros de Xi’an, pero con expresión de terror. Una cegadora luz blanca en sintonía con un agudo pitido, hizo que se llevaran las manos en modo defensivo a la cara, no tuvieron tiempo ni de dedicarse la última mirada.

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  6. NUNI 2 de enero de 2020 a 14:24 #

    Juliette

    “Sería para mí un placer que me cocinaras;
    y para mí será un honor cocinarte”.

    Y así empezó todo… por amor.

    Mi pasión por la cocina me viene de cuna. Me considero un gran entusiasta de este oficio, tres estrellas Michelín me avalan, pero la verdad es que me dejo la vida en cada una de mis elaboraciones. Analizo e investigo con minuciosidad, recreándome en cualquier detalle que va a formar parte de mis recetas magistrales.

    En mi restaurante no hay carta, cada día se disfruta de un Menú Degustación novedoso insólito e inesperado. Mi mayor recompensa es el placer que me provoca ver a mis clientes gozar de todas las maneras posibles, me gusta estimular sensaciones inusuales, originar risas, lloros, e incluso inducir a orgasmos inconfesables.

    Juliette no olía a rosas ni a perfumes caros. Regentaba el famoso Burdel parisino de la calle Saint Rémy. No fueron sus ojos, ni sus andares, ni siquiera sus imponentes atributos; fue su olor lo que me llevó al delirio. Ese hedor a hembra añeja sentenció mis sentidos y desde el primer momento se convirtió en mi amante, en mi Musa y me nutría todos los días con la intensidad de su aroma.

    Cuando me pidió que la cocinara, me convirtió en el ser humano más dichoso de este mundo. Nadie me había dicho algo tan hermoso en toda mi vida y me pareció un acto de amor sin precedentes.

    El día que la maté, note cierta confusión en sus ojos justo en el momento en el que la degollaba para sangrarle, pobrecita, estaba tan enamorada…limpié su cuerpo con ternura y esmero y una semana en la cámara eliminó cualquier indicio de tensión que tuviera acumulada.

    No quiero aburriros con los detalles, pero bien valió la pena la espera. Juliette se convirtió por aquel entonces en mi primera estrella Michelín, y como era de esperar, ese olor extraordinario se convirtió en un sabor sublime.

    Menú Degustación

    * Croquetas Petit Trésor.
    * Salade Périgourdine con salsa de tuétano.
    * Huevo poché y crujiente de hojas secas de lime.

    * Sorbet de Cassis et orange.
    * Pierna deshuesada a le Bourguignon.
    * Quenelle con sorpresa y aire de Juliette.

    * Crème Brûlée.
    * Fruta de la Pasión flambeada al Pastís.
    * Crujiente de Lenguas de Gato con helado “Mon Amour”.

    ________……________

    NUNI

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    • Postrocker 10 de enero de 2020 a 7:42 #

      Postrocker vota a NUNI

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  7. Betty Boop 2 de enero de 2020 a 16:39 #

    UN SILENCIO A GRITOS
    Por: Betty Boop

    Culpa. Esa intrusa que me acompaña allí a donde vaya. Los recuerdos se amontonan en mi cabeza y los reproches afloran hasta provocar el grito.
    Ya hace tiempo que no disfruto del roce con otra piel, del sabor de un buen hornado. La soledad es mi mayor aliada: tan bella, tan frágil como mi cordura.
    Solo es como mejor me encuentro, como debo seguir. No soy digno de tener ningún privilegio humano, mis pecados así me lo recuerdan, día tras día.
    El único contacto que tengo con el exterior es mi pequeña ventana. A veces, corro la cortina para escapar de esa intrusa y permitirme un minuto de compañía.
    Y miro, respiro y anoto todo lo que aún pueden ver mis ojos. Las hojas secas juegan distraídas con el viento que, con delicadeza, las acuna por el aire hasta volverlas a dejar a ras de suelo. Un gato negro lame sus patas, aún con el olor de alguna muerte provocada. La gente pasa despreocupada, ajena al desconocido que las observa. Y, de pronto, vuelvo a mi escondite más angustiado y triste.
    Nadie conoce de mi existencia y a nadie le importa mi amargura. Me siento tan agotado por el peso de mis pensamientos que me cuesta respirar.
    Ramas, eso es lo que veo al cerrar mis ojos. Las ramas secas de un gran árbol grueso, erguido que no consigue sujetar sus copas. En cada rama, una cruz. Treinta y seis cruces que cuelgan mis pecados iluminados como metal candente.
    Me siento en la cama, en el borde, como mi estado. Y me sorprendo, mis ojos fruncidos derraman una lágrima. Y es esa culpa, mi compañera de tantos años la que me invita a descansar, la que me propone el sueño: uno que pone fin al peso de esas cruces.

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  8. techo de menos 2 de enero de 2020 a 21:07 #

    DON ADIÓS
    Hoy amanece sin mí. Parece gris el cielo y yo, que no abría los ojos desde hace cinco días, me disponía a salir por fin a la calle.
    Mi mejor amigo y yo vivimos juntos. Nos alojamos en un apartamento en la calle 18, en el portal 18, puerta 18. Donde los treinta y seis cruces… pues cerca. No solemos tener muchos temas de conversación entre nosotros, nos saludamos con un leve gesto y bajamos juntos cada mañana para ir a trabajar.

    Subimos al ascensor para bajar y hoy huele a metal candente, vivimos en el piso 22 y del 18 bajamos al 17, luego 16 y nos quedamos parados. Hay un momento de absoluta quietud y profundo silencio. Tiembla la cabina, tiembla y lo siento como un barco que zozobra antes de hundirse en mi interior, y empezamos a caer. No soy muy experto en ascensores, pero diría que se ha descolgado y siento que nos vamos a estrellar en breves y vamos a morir. Pero al menos, estamos los dos juntos, “juntos en esto” le digo en voz alta. Pero antes de tocar el suelo se huele mi miedo, mi mirada me delata y veo, en los intervalos en los que las luces intermitentes me permiten tener visión, como se acerca a mí para cogerme, para que no me vaya, pero abro los ojos y despierto en mi cama. Seco.

    Cuando me asomo al sofá donde él siempre duerme ahí está, pero le zarandeo y le grito y está muerto. En mis ojos fruncidos resbala una lágrima, y en una pequeña pausa donde no muevo ni un músculo que dura aproximadamente una hora y pico más o menos susurro “pues nada”.

    Nosotros siempre quisimos morir y, ahora, me ha vendido. Me ha dejado tirado y solo, solo en esta vida. Siento que… me ha dejado aquí. Pues eso, pues nada.

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    • Unelma Ikuisesti 11 de enero de 2020 a 21:29 #

      Yo Unelma Ikuisesti doy mi voto a techo de menos

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  9. FLEPPY 3 de enero de 2020 a 14:51 #

    CANCION DE SOLEDAD
    Me envaro frente al piano y toco lo primero que me viene a los dedos. Desde luego no suena a Chopin, pero por un instante decido olvidar el concierto de Navidad y sigo improvisando. Alberto parece descaradamente interesado. Alcanza con sus agiles dedos el móvil olvidado en un rincón y con esos ojos suplicantes que me hacen boquear cuando se posan en los míos me pide permiso para grabarlo. Asiento casi de forma imperceptible, ignorándole intencionadamente, bajando la mirada hacía aquella maraña de blancas y negras mientras una solitaria lágrima surca mi mejilla.
    ‒Eres como una de esas estatuas de hielo –susurra concentrado en su instrumento.
    ‒Fría –afirmo con una punzada de dolor.
    ‒Gélida. Tanto que creo que si te toco me quemaré –confirma–. Eres trasparente como el cristal, dura como la roca, de otro planeta “…desconfiando de todo lo terrestre –suspira citando al poeta granadino– porque todo es inmundo para el inmaculado pie del gato”.
    ‒Citar a Lorca se esta convirtiendo en una desagradable costumbre –le ataco enfadada.
    ‒Improvisar se esta convirtiendo en una agradable rareza –contrarresta divertido– Creo que te estás deshaciendo –me señala con el arco de su violín–. Y de repente el mito se desvanece y aparece el ser humano –me mira entornando los ojos como intentando leer mi mente– “…seguramente no hay enigma en tu manera, tal vez no eres misterio”.
    Seco la solitaria lágrima salada como lo haría un niño desconsolado, restregando con fuerza el dorso de mi mano contra mi rostro para disimular el rubor que me causan sus palabras.
    ‒No hay enigma. No soy misterio. Tan solo soy una gata solitaria que se ha enamorado de un joven quetzal –me estremezco mientras me encojo de hombros.
    De pronto me siento inmensamente asustada por volver a estar sola. No es la sensación habitual de llegar a casa y no tener alguien a quien contarle las meteduras de pata del día. Es algo más primitivo y oscuro. El miedo a la pérdida es peor que el miedo a la soledad. Un miedo irracional convertido en escalofrío que me recorre la espalda y apenas me deja concentrarme de nuevo en la partitura, de vuelta a la realidad.
    ‒No pienso volar –me abraza por la espalda– si es lo que temes.

    Años después, sentada a los pedales de su viejo Steinway escucha de nuevo aquella grabación casi furtiva, de lo que comenzó siendo una canción y acabó siendo una declaración.

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  10. C.Holes 4 de enero de 2020 a 13:32 #

    El poder de Marta

    Treinta y seis cruces decoraban su cuerpo desnudo y yo solo podía pensar en Marta retorciéndose encima de mí la noche anterior. ¿Cuándo me había convertido en esa clase de personas que no se inmutan al ver el cuerpo de una joven violada y mutilada, tirado en el suelo como basura, sin un solo pelo en el cuerpo y con treinta y seis quemaduras como única vestimenta?

    Mientras pensaba en Marta con una parte de mí entre sus labios, la policía científica tiraba de la rosa negra que la joven tenía metida en la boca descubriendo el enorme tallo plagado de zarzas que ocupaba su garganta en vez de su lengua.
    Me excité. No sin una oleada de vergüenza. A Marta le encantaban las rosas negras.
    El inspector y la científica debatían sobre la posibilidad de que se tratase de algún ritual.
    Yo escondía mi respiración acelerada.
    Eso no estaba bien… no era yo, era Marta, con sus maneras eróticas y elegantes de transformar todo en algo morboso…
    Con voces, flashes y clics de cámaras a mi espalda los negros tirabuzones de Marta bailaban en mi memoria. No tenía recuerdos claros de mi tiempo con ella, ni siquiera de la noche anterior o de cuando la conocí, solo imágenes, sensaciones, tacto, morbo, excitación… que se mezclaba en mi memoria…
    Esa era su magia; el tiempo se estiraba y desaparecía con ella, mezclando la imaginación y la realidad, los recuerdos y los sueños…

    Un policía novato trajo una fotografía de la joven. Al verla me puse cachondo y a la vez el cuerpo se me heló. Era pelirroja. Moví la cabeza confuso, no conocía ninguna mujer pelirroja… aún así una preciosa melena rojiza se mezclaba en mis recuerdos con los senos turgentes de Marta. Sentí miedo y me empalmé.
    Necesitaba respirar y esconder el bulto de mi entrepierna, di tres pasos para alejarme y oí a mi derecha la voz de mi compañero: «Tiene tatuado un colibrí en la nuca», me detuve en seco.
    El corazón se me disparó mientras las imágenes fluían ante mis ojos, me imaginé rapándole la cabeza a una joven pelirroja maniatada mientras Marta restregaba su irresistible pelvis contra mi espalda; imaginé los escalofriantes gritos de la joven de banda sonora y yo sujetando una cruz de metal candente que quemaba su cuerpo, una y otra vez; la húmeda lengua de Marta lamiendo el tatuaje de un colibrí; yo embistiéndola con fuerza con un brazo amputado sobre mis hombros; sangre y sexo…y…

    Todo se quedó en blanco cuando mi mano temblorosa pero decidida entró en el bolsillo de mi abrigo para sentir el frío tacto metálico de una cruz.

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  11. Aitana 5 de enero de 2020 a 11:44 #

    ACCIÓN-REACCIÓN

    Tiró la piedra en dirección al gato que dormitaba sobre unas hojas secas del jardín. Le
    molestaba que sin más, viviera a cuerpo de rey y fuera el centro de los mimos de toda la familia, y él, sobrecargado de deberes, tenia menos derechos que el peludo de cuatro patas, incluso menos que los abejorros. Erró la distancia y la fuerza, y la piedra traspasó el cristal de la ventana, golpeó el cuadro pintado por su hermana y cayó sobre el jarrón chino.
    En aquél momento quería ser estatua de hielo, o de madera, o de metal candente, de cualquier material pero estatua hasta el fin de sus días.
    Habían pasado treinta y cinco años de aquél incidente y los ojos fruncidos de su madre seguían clavados en su retina.

    _¿en qué estás pensando? -preguntó Teresa

    _acción-reacción

    _Rober ¿estás bién ?

    _es la tercera Ley de Newtón

    _y eso ¿qué significa ?

    Salió al jardín y se incorporó a los juegos de sus hijos.

    _venga papi que es para hoy-increpó Dani

    _jaja, o para mañana-dijo Cristian

    Lanzó la pelota con suavidad, con efecto giratorio, y alcanzó la boca de Toby que se fue moviendo la cola con el tesoro mientras Rober se adentraba en sus pensamientos. Estaba atrapado en una vorágine incontrolable. Él, que desarrolló la estrategia del trabajo constante para alcanzar el éxito, la estrategia de la medida y el control para evitar sorpresas indeseadas y la estrategia de la »no envidia» para sobrevivir en un mundo de frustraciones y lamentaciones. Reinventó docenas de veces las treinta y cinco cruces de sus demonios internos, una para cada uno de sus malos instintos y dejó la treinta y seis perenne:»toda acción desencadena una reacción».

    _papá coge la pelota, corre

    _yo llego primero

    _la comida ya está. Lavaos las manos -dijo Teresa desde la cocina

    _¡ya vamos!

    Rober, evocó la primera vez que besó a Carla. Le gustó mucho, muchísimo, hasta el límite de la obsesión; esa boca entregada a su lengua con aquél toque de avellanas tostadas y un retrogusto a miel de naranjo. Volvió a verla una vez más, y otra, y muchas más. Cada día conquistaba un palmo de su isla, navegaba por su océano siempre agitado que no dejaba tiempo para el sosiego.
    Quizá sucumbió por eso, o quizá por sus caderas que movía con gran agilidad y le llevaban a galope del frenesí, o quizá por sus ojos de gata que le recordaban su niñez.
    Hacia tiempo que tenia remordimientos y aquél domingo tomó la única decisión posible: »Cortaré con ella, Teresa no se merece tanta humillación». Le invadió una alegria extrema que le duró un instante, porque al minuto llamaron a la puerta.

    _¿quién será a estas horas?

    _ya abro yo.

    Teresa se encontró frente a ella, plantada en el recibidor de su casa, con una gran sonrisa y una mirada cándida que escondía su delirio.

    _Hola buenas tardes, ¿está Rober?

    _¿quien le busca?

    En aquél momento quería convertirse en estatua de hielo, o de metal candente, pero estatua hasta el fin de sus días, porque en su futura organización de vida no estaba Carla ni remotamente.
    No fue capaz de articular ni una palabra, salió de casa avergonzado mientras se repetía: »acción-reacción». Después de treinta y cinco años de intento, no había sido capaz de aprender la tercera Ley de Newton.

    Enunciado de la tercera Ley de Newton: A cada acción se opone una reacción igual pero en sentido contrario.

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  12. ALICE 5 de enero de 2020 a 18:10 #

    Se acerca la Navidad, y con ella la ausencia perdida de Juan, nos volveremos a reunir debajo de la noche, como estatuas de hielo derritiéndose al compás de las horas.

    Llegado el momento, las hojas secas del jardín se arremolinan en señal de bienvenida, envueltas en la magia de las luces, dispersas para nuestro encuentro.

    Ya en la mesa engalanada, y con todos allí presentes, embriagados de un aura celestial, se repite el aluvión de risas, miradas pícaras, ironías, éxitos, fracasos…junto al prisma de los objetos exquisitos, allí colocados.

    Mientras la velada reverdece, mi hermana mayor nos comunica su nuevo rumbo, es una sorpresa, audaz como nadie, siempre es foco de atención. Andrés, en cambio, mi adorable primo nos adentra en sus nobles hazañas para conseguir una mejor educación, y sus largos dedos ajustan sus gafas, un ser admirable.

    El resto vocifera, yo intento, con la copa tallada de cristal, herencia de mi abuela, ir mimetizándome con todo lo bello. La música de Charlie Parker flota en el ambiente mezclándose con la niebla de los cigarrillos, aún me susurran sus melodías, tiempos ya lejanos.

    Salgo al jardín donde las hojas anaranjadas muestran su quietud en el silencio, las atrapo con las manos, ojos cerrados, las esparzo con una fuerza inusual, despedida para Juan.

    Ausente, regreso sobre mis pasos al salón, doy por concluido mi duelo, un adiós a las sombras interiores, en el exterior la luz del nuevo día me brinda su suave frescura.

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  13. Ester Moré 6 de enero de 2020 a 19:13 #

    El pueblo quedaba ya lejos. El viento le arrastró, como a las hojas secas en otoño, hasta la gran ciudad. Ahí sólo le esperó un futuro incierto, cada día más arduo de arrastrar y, a pesar de todo no podía mostrar el mínimo desazón, pues el tío Yang le recordaba constantemente que estaba en calidad de siervo, no de invitado, y si Shuisheng o cualquiera otro de la triada le decía que se tragase un tarro lleno de abejorros, él lo hacia sin rechistar. Con semejante premisa, Li no podía esperar nada similar, ni en género ni en especie, a la misericordia.

    Sin embargo, sus tiempos de peón llegaron a su fin. Una noche, el tío Yang le condujo hasta el «Bora-Bora», por mandato expreso de Gran Jefe. Se le requería para, después de la actuación, llevar a Baoshí a su casa y allí quedarse para servirle en cuanto precisase, por tiempo indefinido. Li no conocía personalmente a Baoshí, pero había oído hablar de ella a través de rumores esporádicos, y no precisamente en agasajos. Era famosa por su soberbia y, dicho por tío Tang, si mantenía esa actitud de dama de alta cuna, Gran Jefe no tardaría en despacharla y acabaría «cantando» en la calle a 390 yuanes la hora. A parte de eso, Li sólo sabía que cantaba en el «Bora-Bora» y que Gran Jefe le tenía mucho cariño.

    Pero pronto vería por primera vez a Baoshí en el escenario, seduciendo a todo a aquel que se cruzaba con el sable de su ojos. Li trataría de descifrar su mirada, que aunque extasiada, escondía una extraña melancolía.

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    • Santiago Salvador 13 de enero de 2020 a 14:08 #

      Yo, Santiago Salvador, voto en el relato de Ester Moré

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  14. Arodoc 6 de enero de 2020 a 20:09 #

    Estamos ya casi todos, acabamos de bajar dando tumbos desde el piso hasta el lago de Ayora y, como cada vez, al empezar los fuegos artificiales mi interior fallero vibra con fuerza. Sujeto la mano de Mario, como sujetara de niña la de mi padre, tantos años atrás. Todas las Noche Viejas vividas en ese lago pasan frente a mi: las chispas de colores reflejándose en el agua, metal candente; los árboles se estremecen a nuestro alrededor entre viento y pólvora y el extraño abrazo de hogar que nos envolvía en este lugar, aún perdura.
    Quedamos pocos de los de antes pero, de alguna forma, estamos juntos de nuevo. Mis padres siguen aquí, escondidos en los últimos recodos de las tradiciones familiares. Ese pensamiento me hace sonreír y busco a Mario con la mirada, pero tiene los ojos fruncidos apuntando al cielo: no quiere perderse nada. Me aprieto contra él y decido dejarle tranquilo. Una risita infantil me distrae del espectáculo; el bebé de mi hermana intenta capturar haces de luz con su manita enguantada. Ella le hace carantoñas en la nariz cada vez que alguna explosión más alta la altera. La niña tiene su nariz, mi nariz y la de mi madre; me imagino que así es como continúa la vida.
    Termina ya, me estremezco con la última traca, no paro de preguntarme si he conseguido capturar todos los detalles, si lo he disfrutado y memorizado todo de esa escena. Si seré capaz de plegar esa magia, que quepa bien en mi cartera, y así poder revivirlo de principio a fin. Observo el agua, ahora negra bajo un cielo humeante. No sé muy bien cómo me siento, tal vez sólo sea que hoy, hoy tengo el corazón lleno.

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  15. Aurora Luna 7 de enero de 2020 a 2:37 #

    (Anónimo subido a última hora por problemas técnicos con el pseudónimo Nikita)

    SIETE VIDAS

    ― Hay que eutanasiarlo ―dijo la joven veterinaria.

    Tendría que decírselo a su hija, y eso provocó que Mario exhalara el contenido de sus pulmones con vehemencia.

    El animal estaba con ellos desde hacía catorce años y, al nacer Lucía, se hicieron inseparables. Ya siendo la benjamina un bebé, el gato marrón con manchas grises, no se movía de los alrededores de la cuna.

    ― ¿Tan grave lo ves? ―preguntó con la esperanza de encontrar un alivio temporal―. No quisiera que pasara ahora por otra pérdida, y menos en vísperas de navidad.

    ― No me explico cómo está vivo ―dijo la experta agachando la mirada―. Cuando su esposa tuvo el accidente en junio venía para ponerle fin y evitar más dolor y, sin embargo, aquí sigue.

    Quedaron en que le darían una alimentación especial e intentarían que bebiera mucho líquido hasta que el sufrimiento fuera límite, y entonces lo llevaría a la clínica.

    Una copa de brandy después de que se despidiera la profesional el padre llamó a su pequeña. La comunicación entre ellos nunca había sido demasiado buena pero, desde la muerte de su madre, el distanciamiento se había vuelto incluso hostil.

    La preadolescente lo escrutaba con su permanente ceño fruncido, y este propuso salir al jardín. El intento del padre de echarle el brazo por encima no fue bien recibido, así que se agachó y, con mirada tierna, empezó a explicarle -con más dispersión que claridad- sobre la edad media de una mascota y el funcionamiento del hígado; su hija, cual estatua de hielo, ni pestañeó.

    No sabía que rodeos dar a sus palabras para que Lucía se fuese mentalizando cuando un enjambre de abejorros salió de un tronco de la parcela contigua y, como si de un escuadrón de espartanos se tratase, empezó a picar al alérgico padre hasta que cayó sobre las hojas secas que estaban en la puerta de la casa decorada con un luminoso Papá Noel.

    Mientras tanto, una sombra en la ventana se lamía la pata derecha.

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  16. Kali 10 de enero de 2020 a 12:44 #

    Soy kali , doy mi voto a «Un silencio a gritos «

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  17. Nieves Andrés 12 de enero de 2020 a 16:32 #

    Mi voto es a Siren por Tributo

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  18. Luna Menguante 13 de enero de 2020 a 17:10 #

    Luna menguante vota a Arodoc

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  19. Siren 14 de enero de 2020 a 19:05 #

    «Siren» vota a «techo de menos» por su DON ADIÓS.

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  20. Liber 19 de enero de 2020 a 14:56 #

    Mi voto para El Laberinto, de Lala Mor

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